El elefante en la habitación (una aportación)

 

2016-10-31-13-13-02

Plantea Guillermo Dorronsoro en el último artículo de su blog la necesidad de abordar un problema al que identifica con el elefante en la habitación que todo el mundo pretende ignorar, pero que es evidente que está ahí:

Veo recaudaciones estancadas o decrecientes y gastos sociales crecientes. A pesar de los controles del déficit, la deuda pública sigue en aumento, para atender esas demandas (este tema se va a poner muy de moda con la aprobación de los próximos presupuestos del Estado). Y cada vez quedan menos recursos para las apuestas e inversiones públicas y público-privadas que podrían crear riqueza en el futuro (…)

Y si no invertimos en esas apuestas, la recaudación seguirá cayendo, y como los gastos sociales van a seguir creciendo (por razones demográficas), esta realidad se está convirtiendo en un círculo vicioso que nos conduce de manera inexorable al declive.

Coincido en que tenemos un elefante en la habitación, coincido en que parece que se confía en que el elefante se marche de la habitación por si mismo y sin hacer mucho estropicio, y coincido también en que de no hacer nada, lo más probable es que el dichoso elefante nos destroce la habitación y la casa entera.

Bien, y qué hacemos? De manera muy resumida, para no agotar al respetable, dejo a continuación algunas reflexiones sobre lo que se podría intentar hacer:

Lo primero me parece fundamental hacer un esfuerzo por conseguir que la economía de libre mercado recupere su legitimidad y recupere el fin para el que se creó y que fue el que la ciudadanía aceptó: procurar el progreso y la prosperidad del conjunto de la ciudadanía, presente y futura. Es falso que el capitalismo signifique solo buscar el máximo beneficio individual. Esta es una derivación perversa, una vuelta a la ley de la selva de la que la humanidad lleva varios siglos buscando la manera adecuada de escapar.

Hay datos objetivos para demostrar que jamas en la historia de la humanidad ha habido tantas personas viviendo tan bien como en la actualidad, y ese mérito se lo debemos al sistema de libre mercado, está claro. Pero también está claro que en los últimos tiempos, especialmente desde la caída del muro de Berlín, se ha producido una polarización creciente y cada vez hay más personas ricas y a la vez más personas pobres.

Esto pasa en todo el mundo, y en España la «crisis» ha servido de excusa para desarrollar políticas que están abundando en la brecha de la desigualdad, haciendo pagar la factura del festín a las clases más pobres, no a quienes disfrutaron del mismo, ni siquiera a las clases medias como se viene diciendo, sino directamente a las más desfavorecidas.

Un sistema económico que no sirve para que todos progresemos, unos más y otros menos, eso es admisible, pero sin dejar a nadie por el camino, es un sistema que nos devuelve al sálvese quien pueda, con todo lo que eso significa. Un sistema que ha perdido la legitimidad, tarde o temprano se derrumbará, por lo civil o por lo militar…

En consecuencia, desde mi punto de vista, lo primero de todo es consensuar que nuestro sistema económico tiene como objetivo esencial favorecer el progreso de todas las personas, ofreciéndoles oportunidades, protegiéndolas en las adversidades, favoreciendo su iniciativa y reduciendo las desigualdades sociales. Adela Cortina lo expresaba mucho mejor que yo en su lectio al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad de Deusto.

Por cierto, resulta que esto es lo que dice nuestra propia Constitución del 78 en su preámbulo (las negritas son mías)

La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama su voluntad de:

Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo.

Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular.

Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones.

Promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida.

Establecer una sociedad democrática avanzada, y

Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra.

En consecuencia, las Cortes aprueban y el pueblo español ratifica la siguiente

CONSTITUCIÓN

A partir de ahí, sin apriorismos ideológicos, hay que empezar a construir la manera en la que afrontar los retos actuales y futuros, especialmente los siguientes:

El trabajo ya no es garantía de integración social: seguimos viviendo en la idea de que «la mejor política social es crear empleo» y esto ya no es verdad, y lo va a ser cada vez menos. Primero porque asistimos a un proceso de precarización y empobrecimiento de los trabajadores que debe ser revertido vía legislación, pero especialmente porque en el futuro la realidad es que no va a haber trabajo para todos el mundo tal y como lo entendemos ahora… la robotización, la automatización, el desarrollo de la inteligencia artificial, nos va a llevar en mucho menos tiempo del que pensamos a que nos «sobren» millones y millones de horas de trabajo de personas. En cierto modo vamos hacia la utopía de librarnos de la maldición bíblica del «ganaras el pan con el sudor de tu frente» porque las máquinas van a hacer la mayor parte del trabajo y entonces todo el sistema actual será inservible.

Vivimos en una economía basada en el consumo: las personas, gracias al trabajo que desarrollan, perciben una retribución y generan bienes y servicios que a su vez pueden consumir gracias a dicha retribución, y del consumo, del trabajo, del salario y de los beneficios de todo el ciclo, se nutre el procomún (lo público) vía impuestos. Si quitamos de la ecuación el trabajo, resulta que podemos producir lo mismo con las máquinas, pero ¿quien lo va a poder comprar si no hay trabajo ni salarios? ¿Qué impuestos se van a poder recaudar? ¿Cómo vamos a ser capaces de cumplir el objetivo de progreso y reducción de la desigualdad que nos habíamos planteado?

Habrá que ir trabajando seriamente cuestiones como la renta universal, la cotización a la seguridad social de los robots, la contribución al progreso social de las empresas vía impuestos y otros, la distribución de la renta desde su generación y no solo vía recaudación y política social…

Y tenemos que empezar ya, porque estos cambios que nos parecen aún hoy lejanísimos, se están produciendo a una velocidad exponencial, y ya sabemos lo que eso significa.

Un segundo enorme problema que debemos abordar es el del modelo de globalización que hemos desarrollado: es un modelo inservible porque solo beneficia al 0,01% de la población, un modelo que genera mega corporaciones cuyo objetivo último es justamente la eliminación del libre mercado sustituyéndolo por gigantescos monopolios trasnacionales que no se someten a ninguna normativa estatal, ni a ningún principio ético, que solo se deben a la consecución del máximo rendimiento económico en el menor tiempo posible, caiga quien tenga que caer. Es aterrador pensar lo que la inteligencia artificial (esa que ya se usa por ejemplo en bolsa y que varias veces ha provocado quiebras y situaciones de pánico generalizado) puede llegar a hacer cuando las decisiones en estas macro corporaciones ya no las tomen las personas, y nadie duda de que eso llegará.

Tercer gran cambio que tenemos que abordar: pinchar la burbuja de la economía financiera. La inmensa mayoría de los movimientos de dinero en el mundo no se deben al intercambio de bienes o servicios sino que son puros y simples movimientos financieros, compra venta del propio dinero. Esto es algo que se nos hace muy difícil de comprender. Creemos que el dinero es finito, que la deuda se produce porque alguien le presta a otro alguien el dinero que tiene, que el dinero se mueve porque hay que comprar y vender cosas. Y así era hasta hace unas pocas décadas, pero hoy ya no, hoy la principal mercancía que se compra y se vende es el propio dinero, la deuda y el mismo dinero se crean de la nada, y entre tanto la burbuja financiera crece y crece gracias a la desregulación y a la permisividad de quienes deberían atajar estos desmanes

En cuarto lugar, vamos a tener que afrontar el desafío de la integración cultural: los movimientos migratorios son consustanciales a la historia de la humanidad. Las personas se mueven en busca de paz y de prosperidad, y eso no hay muro ni valla que lo pare a largo plazo. Pero es que además resulta que algunas sociedades como la nuestra son incapaces de regenerarse demográficamente por sus propios medios, por lo que va a resultar inevitable integrar a personas provenientes de otros lugares del mundo.

Una integración que es una inestimable oportunidad: la innovación nace de la diversidad, de la mezcla, de la fusión, del pensamiento lateral, del mestizaje… todo eso nos lo pueden aportar personas de otros lugares del mundo, y debemos ser capaces de conjugar eso con nuestra propia identidad, con nuestras raíces y nuestra historia, con nuestra K de cultura.

Tras releerlo, tengo la sensación de haber tirado demasiado por elevación, pero creo que son cuestiones que necesitamos afrontar, y de las que hay que empezar a hablar muy seriamente.

1 comentario en “El elefante en la habitación (una aportación)

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